Anoche soñé que volvía a Manderley.Me encontraba ante la verja pero no podía entrar porque el camino estaba cerrado. Entonces como todos los que sueñan me sentí poseída en un poder sobrenatural y atravesé, como un espíritu, la barrera que se alzaba ante mí...
Con estas palabras empieza una de las películas más famosas de la historia del cine.
Con la suave voz de una joven Joan Fontaine y con el acertado fondo de la elegante y sutil música del compositor alemán Franz Waxman.
Uno de tantos artistas centro europeos, que huyendo de la represión nazi contribuyeron de manera decisiva a llenar de talento la industria de Hollywood allá por los años 30 del pasado siglo.
Ambas cosas servían de acompañamiento a la presentación de uno de los protagonistas indiscutibles de esta película. Manderley.
Manderley era una casa.
Al menos eso nos hicieron creer, porque Manderley nunca existió.